sábado, 2 de noviembre de 2019

Por los pelos (IV)

Después de aquella experiencia cercana al surrealismo, pensé que ninguna otra podría superarla, pero no pasó mucho tiempo para lograrlo. Cambiaba de peluquería prácticamente cada corte, no repetía, quería ir experimentando, y si en algún sitio me gustaba sobremanera, repetía, pero no era lo habitual. Un buen día entré a una pequeña barbería situada el las afueras de la ciudad, que regentaba un señor de bigotazo tremendo. No frecuentaba la zona, por lo que era completamente nueva para mí. Y este dato es importante, porque al entrar me saludó efusivo, en plan "Buenos días, qué tal estamos?". Se me hizo raro, la verdad. Quizás era un tipo simpático que sabía ganarse la clientela. Me invitó a sentarme, me puso el protector del cuello y la capa, y la siguiente frase que pronunció fue lapidaria: "qué, lo dejamos como siempre?" ¿Como siempre? Si era la primera vez que entraba! Lo normal es que en ese momento le hubiera sacado de su error, pero el morbo de nuevo pudo mucho más. O quizás la falta de tiempo para pensar una respuesta para salir airoso de la situación...el caso es que lo único que salió por mi boca fue un tímido "sí, como siempre".

Cuando vi que lo primero que hacía era agarrar la maquinilla eléctrica entré en pánico. ¿Y si el tipo con el que me confunde está acostumbrado a raparse al cero? Aquel pensamiento hizo que subiera la dosis de morbo. Empezó a rapar por atrás y por los lados, pero afortunadamente para mí en aquel momento, lo hacía con una guarda que no hacía clarear la cabeza. Luego pasó a la parte de arriba ya con peine y tijera, y si bien es cierto que me lo cortó más de lo que me lo habían cortado hasta entonces, no llegó a extremos mayores. Eso sí, la erección duró lo que duró mi estancia en aquel sillón. Ya en casa di rienda suelta a toda la adrenalina contenida.

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