jueves, 31 de octubre de 2019

Por los pelos (II)

Con la llegada de la pubertad comprendí que todo aquello tenía un transfondo sexual. Iba por la calle y, cada vez que pasaba por una peluquería, masculina o femenina, ralentizaba el paso y me quedaba mirando, supongo que en busca de alguna escena radical de cambio de look que nunca llegué a pillar. Comprendí que, si me fijaba en las peluquerías masculinas, o en los chavales de mi edad, lo hacía intentando ponerme en su lugar, intentando averiguar las sensaciones de que un buen día te acostaras con melenita y al día siguiente un señor con pelo blanco te dejara casi como para hacer la mili.

Yo tenía el trauma de mis soplillos. Hasta que un día de verano, en la piscina, una amiga me dijo, al verme con el pelo mojado y retirado hacia atrás, que porqué no me lo cortaba más corto, que me quedaría bien. Y como me hacía tilín la chavala, un día me animé y le dije al peluquero, que seguía siendo el mismo que me redijo el corte a media oreja, que me las dejara al descubierto. Tengo un recuerdo vago, pero juraría que sonrió complacido...

Un buen día encontré en mi casa una especie de peine con cuchillas incrustadas a modo de sandwich entre las púas, que supongo que les tocaría a mis padres en alguna tómbola o algo parecido. Se me ocurrió pasármelo por mi poblada y peluda cabeza y....rrrrassss! Un mechón de mi cabello recién cortado se quedó enganchado en el peine. Mi primera sensación fue de apuro, pero automáticamente mi entrepierna me sugirió que aquello me había encantado. Creo que es de la primera vez que tengo recuerdos de morbo. Depensar que había hecho una chapuza pasé a excitarme pensando en qué pasaría si siguiera cortando, eso sí con más cuidado y mesura...ni que decir tiene que aquella experiencia acabó manchando la parte delantera del calzoncillo sin siquiera acercar mi mano. Cortaba con cuidado, mirando en cada pasada que no se notara, pero cometí un error, que fue el pasármelo por detrás, a ciegas. Y en mi siguiente visita al peluquero, nada más sentarme en el sillón me preguntó que quién me había hecho esa chapuza, que donde me había cortado el pelo la última vez. Le dije que allí, y obviamente el tipo se rebotó diciendo que ellos no hacían semejantes desastres. Fue mi última visita a ese local...

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